#OpiniónYAnálisis por #CynthiaValerianoLópez
Después de varias conversaciones con estudiantes, colegas, amigos y familiares cercanos sobre lo que vieron en el tercer debate presidencial, me doy cuenta de lo complicado de permear ideas o propuestas planteadas por las candidatas y el candidato. Debo decir que me dio gusto toparme con una ciudadanía mucho más exigente que, aunque forma parte de un grupo social que se confronta con las discusiones sociales de la agenda pública y se mantiene informada e interesada, espera mayor profundidad y claridad de ideas.
Quizá de todo lo que se comentó en esta última sesión, la pregunta que más me interesó fue la relacionada con los gobiernos de coalición, este tipo de estructura de gobierno tan peculiar que en su momento Vicente Fox intento en la práctica pero que al no tener un piso normativo se sigue prestando a interpretaciones y a la voluntad política de quien encabeza el gobierno o el propio Enrique Peña Nieto qué desvirtuó la figura bajo la forma del Pacto por México, pero ¿En qué consiste ésta forma de gobierno y que ventajas o desventajas tendría su implementación?.
Consiste en la constitución de un gobierno integrado por miembros pertenecientes a dos o más partidos políticos independientes (no satelitales, auténticas visiones políticas diferenciadas), principalmente cuando ninguna visión partidista obtiene mayoría absoluta en las elecciones, es decir, cuando no pueden gobernar solos y necesitan de la construcción de consensos con otras fuerzas políticas para funcionar.
En un gobierno de coalición, los partidos involucrados acuerdan compartir el poder ejecutivo y legislativo, distribuyendo funciones en las secretarias de Estado, empresas públicas y toda clase de organismos gubernamentales. Este acuerdo puede ser formalizado mediante un pacto de coalición, donde se establecen los términos y condiciones de la colaboración, así como los objetivos comunes que se perseguirán durante el mandato.
Para que el funcionamiento de estos gobiernos sea equilibrada, permita construir consensos y mejore el desempeño del gobierno necesita un piso normativo y legal, no la sumisión o la renuncia de posiciones políticas a un mandato ejecutivo, en realidad parte de una visión horizontal de poder fragmentado y menos concentración en la figura presidencial.
Países como Alemania, Bélgica, Países Bajos o España, son claros ejemplos de estructuras públicas que a partir de los resultados electorales, detonan discusiones y negociaciones al interior de los partidos políticos para la formación de gobiernos, lo que requiere madurez política y la búsqueda de acuerdos en diversos temas encaminados a la generación de entornos de paz y conciliación política tras un proceso electoral, no son revanchistas, cobran venganzas partidistas o electorales o visualizan el poder como un botín digno de repartir entre seguidores y súbditos.
Los términos de las negociaciones se dan en función de un programa de gobierno que incluya las visiones y las posturas de todos los jugadores que se suscribe de forma pública y que implica la distribución de cargos y funciones no necesariamente a partir de la proporcionalidad del resultado electoral, sino a partir de la experiencia y la aportación que cada visión política puede dar a un gobierno más amplio.
Estas formas de gobierno están caracterizadas por contar con una mayor representatividad y estabilidad política, en comparación con gobiernos construidos a partir de una baja participación electoral u obtenidos a partir de practicas de fragmentación del voto, también implica un compromiso real del partido ganador a la construcción de acuerdos que permitan fortalecer la toma de decisiones.
La construcción de gobiernos de coalición son la antítesis de la concentración del poder, es precisamente debido a su fragmentación que se reduce el margen de maniobra para el abuso de poder y la llegada del autoritarismo tan asociado con la construcción de mayorías absolutas en el congreso y el gobierno de un partido hegemónico, como el que nuestro país vivió durante 70 años, y también permite que los ciudadanos nos beneficiemos de la integración de un crisol de ideas que suelen mejorar las condiciones de vida de la sociedad.
Por otro lado, los enormes desafíos que estos gobiernos conllevan implican la toma de decisiones, ya que, principalmente cuando las posturas son totalmente opuestas, la construcción de acuerdos es una tarea muy compleja, lo que puede traducirse en tortuguismo público, a menos que el proceso de definición de las tareas de gobierno sea claro desde el inicio.
Por supuesto existe el problema de la rentabilidad política, ya que, al estar incluidas las distintas visiones políticas en las tareas de gobierno, resulta complejo para los ciudadanos identificar y atribuir los éxitos y fracasos a una fuerza política en cuestión.
Si bien este tipo de formatos, tan utilizados en países europeos en su mayoría, permiten generar ambientes de mayor paz política, requieren de una madurez que no parecemos alcanzar aún. En tiempos en donde, la polarización ideológica y narrativa está mas exacerbada que nunca, no parece que podamos avanzar de forma consistente hacia la auténtica representación popular, seguimos atrapados en la jaula de los partidos, encadenados a la visión de unos cuantos lideres y decepcionados una y otra vez de las limitaciones y fracasos de sus gobiernos, ya que la auténtica efectividad de un gobierno, sea de coalición o de mayoría, depende de la habilidad de quien tiene la responsabilidad de construir gobierno para negociar, comprometerse y trabajar junto a otras fuerzas políticas, en beneficio del país y sus ciudadanos.
MGPP Cynthia Valeriano López
Profesora de Economía
Tec de Monterrey, Campus Toluca
cvaleriano@tec.mx
