#OpiniónYAnálisis por #OscarGlenn
Oscar Glenn
El miedo es la angustia por un riesgo o daño real o imaginario; el recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. ¿Cómo negar que esa sensación impera entre muchas mexicanas y mexicanos? Ojalá que éste se pudiera transferir con eficacia y contundencia por las acciones del Estado a todos aquellos que se han encargado de derramar sangre y tratar dominar territorios para actividades criminales.
Después de la primera semana de gobierno de la Doctora Claudia Sheinbaum, marcada por la violencia criminal que al igual que la transformación parece dispuesta a la continuidad, dando como muestra lo que ocurre ya por casi un mes en Sinaloa, o la brutal decapitación del alcalde de Chilpancingo, Guerrero, que por su forma parece un desafío, o los 32 asesinatos en Guanajuato en un solo día; este martes se espera la presentación de la estrategia de seguridad del nuevo gobierno, que debería prever una intervención emergente para dar muestra de qué están dispuestos a hacer ante este problema.
La preocupación crece en buena parte de la población, porque la premisa de “abrazos no balazos” que impulsó el gobierno anterior, mostró mucha consideración y tolerancia a los grupos criminales y apostó porque la narrativa oficial bastara para que muchas mexicanas y mexicanos aceptaran la idea que la pacificación del país avanzaba, aunque brotaban situaciones que lo ponían en duda y otras que hicieron sospechar contubernio, temor o subordinación, de algunos funcionarios con grupos criminales; uno de los casos más recordados fue el de la ex alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández quien fue grabada departiendo con uno de los grupos que disputaban el control de la región y tuvo como sanción, la no postulación y expulsión de Morena.
La “recepción” sangrienta que se ha brindado al nuevo gobierno da a pensar que no es conveniente que se continúe con la misma estrategia y exige que se revise la dimensión y los factores de esta problemática, aprovechando que cuenta con funcionarios, como la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, que conocen del tema pues hasta hace menos de quince días, eran su responsabilidad, ojalá que no sea demasiado esperar y que la Reforma Judicial con sus leyes secundarias no consuman todas las energías. Ojalá.
Ojalá que por fin se deje claro cuál será el verdadero rol que tendrá en este delicado momento el nuevo secretario de seguridad, Omar García Harfuch, de quien hasta ahora se dice podría enfocarse en fortalecer las áreas de inteligencia, retomar antiguos modelos de acopio de información, y que explique cómo puede operar el Centro Nacional de Inteligencia y la reestructuración de las policías, fiscalías y sistemas penitenciarios estatales, pues se presume en eso es especialista.
Deberíamos saber también qué clase de relación tendrá con la Sedena, la Marina, la Guardia Nacional y hasta la Fiscalía para fincar o desechar cualquier expectativa. Se presume además que tanto la presidenta como el hoy secretario estuvieron en los meses previos analizando la situación para diseñar el Plan. Llegó la hora de la verdad. Urge que no se equivoquen.
