- En la tradición política mexicana el que manda no se equivoca y si se equivoca, vuelve a mandar. Por Ricardo Moreno
Esta miope forma de pensar y de entender el concepto político de la abyección más allá de la convicción, sirvieron de base para el establecimiento del régimen priísta que dominó por cerca de 100 años.
La disciplina política y la lealtad resultaron ser conceptos que se introdujeron en el ADN postrevolucionario y, eran a la vez, el boleto de entrada a la nómina de la administración pública o descentralizada del poder público.
La democracia ha cambiado hasta las formas; la pedantería que significaba el endiosamiento de la figura presidencial. El hombre perfecto en la tierra y a quien se le debía la razón sin cuestionamiento alguno. Así se formaron varias generaciones de mexicanos que vieron en la política una forma de vida.
La salamera actitud ha desaparecido del debate público y hoy más que nunca se debate sobre los asuntos políticos, sobre las cosas que nos interesan a todos; se discute pues, la cosa pública y esto ha permitido que se desvanezca la idea de que el que manda no se equivoca. Ha provocado Que las decisiones, que se toman desde las cúspide del poder, no son inamovibles ni siempre son las correctas.
Con el debate público abierto y con la modificación del concepto de lealtad y disciplina en la política, hoy el manda más se puede equivocar y dar virajes en la toma de decisiones sin que esto lo debilite. Antes al contrario, el corregir permite ser acertivo y eficaz en el gobierno. Se trata de que nunca los ciudadanos estemos sujetos a una decisión equivocada por guardar las formas monolíticas de antaño. Como atinadamente lo decía el primer ministro inglés Winston Churchill
“Quienes nunca logran cambiar de opinión nunca logran cambiar nada”