#Opinión #Dr. Arturo Argente Villarreal #Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno #Tec de Monterrey, Campus Toluca.
- Hay días en los que vivir en México duele mucho más que otros días.
Lo cierto es que la vida diaria que enfrentamos en este país tiene un tinte de dolor y mucho sufrimiento. El 3 de mayo de 2021, la muerte anduvo circulando en la capital mexicana. Eran poco más de las diez de la noche del 3 de mayo, cuando una de las trabes de la interestación Tezonco-Olivos se venció y dos vagones del tren que iba pasando cayeron al vacío.
La línea 12 representaba para los habitantes de Tláhuac el alivio de dejar atrás un éxodo de tres y cuatro horas diarias de viajes en transporte público. El júbilo llegó a finales de septiembre de 2012, cuando los usuarios pudieron hacer sus primeros “viajes de familiarización” para calcular en cuánto tiempo llegaría a su destino. El 24 de septiembre del 2012 aquel año, lunes por la mañana, Marcelo Ebrard y un grupo de elite de políticos hicieron el viaje de inauguración.
Pero la necedad del gobierno de inaugurar esta obra antes de ser completamente terminada, trajo sus consecuencias. La línea 12 del Metro fue una obra que se terminó con diez meses de retraso y costó 9 mil 222 millones de pesos extra, más del 50 por ciento del monto original. Desafortunadamente esta obra no fue la excepción, es la regla ya que tenía tintes de corrupción que se manifestaban en fallas desde su inicio desgaste ondulatorio en rieles, daños en las ruedas de los trenes, fisuras en los durmientes, ruptura de piezas de fijación en ese tramo; es decir, los trenes podrían salirse de las vías. Dos años después, el terremoto dañó su estructura y el 4 de mayo de 2021 la tragedia apareció dejando al menos 26 muertos y 77 heridos por el desplome de dos vagones. Los propios vecinos de Tláhuac avisaron a las autoridades de las grietas que asomaban en la línea 12. El gobierno nunca hizo caso, no eran tiempos electorales, sólo eran gritos en la oscuridad.
Ante la tragedia, la oposición, que necesita de los votos de la gente, necesitaba aparecer y lucrar con el dolor de la gente. No estaban para recoger escombros, estaban para sacar tajada del sufrimiento de la gente ofendida por la negligencia de un gobierno que nunca los escuchó.
Al día de hoy el titular de la dependencia sigue con la conciencia tranquila sin hacerse a un lado, obstaculizando el camino para llegar a la verdad, su renuncia es un acto de elemental dignidad y respeto. Pero esto no ha sucedido.
La línea 12 no es un suceso inusual, es un que encontramos en el sistema de obras públicas de este país que apesta a corrupción y que sigue existiendo en la presente administración.
El pueblo sigue siendo la víctima de su propio gobierno, sigue cayendo en las trampas de las eternas promesas, somos rehenes de un grupo que sólo desea alcanzar el poder, exprimir las arcas y quedarse con lo que el pueblo genera para mantener esta pobre nación.
La indignación que se manifiesta en este texto es el ejercicio de un simple derecho ciudadano que simplemente exige responsabilidad de un gobierno que ha resultado arrogante, irresponsable e ineficiente. El caso de la línea 12 es un botón de muestra de que los actos de corrupción tienen víctimas y causan daño en la vida de personas y comunidades.
