En la opinión de Cynthia Valeriano
“Las ideas que representamos han llegado a la cumbre… Estos resultados, representan una victoria”.
Marine Le Pen.
La democracia está en peligro.
La simple mención de esta idea provoca no menos que una fuerte preocupación, los resultados electorales de la segunda vuelta electoral en Francia, han sido sorpresivos y mantuvieron en angustia plena no soló a la zona euro, sino al mundo entero, ¿la razón? La candidata ultraderechista del partido de Reagrupación Nacional, Marine Le Pen, obtuvo poco más de 40% de los votos totales de la segunda vuelta electoral, un triunfo sorpresivo y a la vez estremecedor, hace décadas que un discurso, matizado en su texto pero de facto radical, no lograba vincularse con la preferencia electoral de los ciudadanos en Europa, que simplemente no logran ver, en los hechos, los efectos positivos de una de las primeras democracias del mundo moderno.
Con claras intenciones de cimbrar desde sus cimientos, las bases de la unión europea y rescatar un ultranacionalismo que no esta acorde con las condiciones y los desafíos que enfrentamos como especie, Le Pen hoy se convierte en un punto de referencia para cientos de lideres políticos y movimientos radicales que tratan de convencer a las, cada vez más fragmentadas y decepcionadas sociedades, de dar un giro en la historia y regresar a la época de los Estados-Nación, que colocan a los ciudadanos de un región con sus intereses y deseos, por encima de los intereses de la comunidad global, conectando principalmente con aquellos que no se sienten identificados con los regímenes democráticos.
El problema es que no es tan sencillo tomar esa ruta, volver a encerrarnos en individualismos y patriotismos que rayan en lo cursi, no es tan efectivo en un mundo que exige que la sociedad permanezca más unida que nunca para enfrentar problemas tan serios como el calentamiento global, las grandes migraciones, el desabasto de alimentos o la crisis energética internacional, por mencionar algunos ejemplos.
Otro efecto colateral de este avance de la ultraderecha francesa, también es el contagio y entusiasmo que encuentra en ese fenómeno la oportunidad para salir de la oscuridad en la que, en no pocos casos, se esconden posiciones que so pretexto de defender los valores de la nación, infunden mensajes de odio, polarizan las conversaciones y posturas de las personas y fragmentan a la sociedad, en países que son tan cercanos como España, Bélgica o Alemania o tan distantes como Brasil, Estados Unidos o México, en la búsqueda del poder y la imposición de una visión única de la realidad.
El poco desarrollo económico que tienen cientos de economías en el mundo, sobre todo aquellas que son ubicadas como en un “estado de construcción”, no es necesariamente un resultado indeseable de los sistemas políticos democráticos, tiene que ver con modelos económicos agotados, con la adaptación de formulas no aplicables a las realidades y contextos prevalecientes, con decisiones de política económica inoportunas o claramente erróneas, con clases políticas advenedizas, oportunistas y porque no decirlo, con prácticas económicas extractivas herencia de tiempos colonialistas que aún no se pueden erradicar.
A pesar de ello, las democracias siguen siendo la mejor vía para integrar las distintas preferencias y visiones de la ciudadanía, que debe encontrar los espacios necesarios para que su voz sea escuchada, la responsabilidad que tenemos como ciudadanos, no termina con los procesos electorales para elegir a aquellos (aquellas) que nos representan, a veces sin ninguna garantía de que en efecto sabrá hacerlo de la forma más digna y responsable posible, ese sólo es el inicio de la constante lucha, por abrir esos espacios de participación directa que le permitan a los ciudadanos expresar y construir de forma colegiada el proyecto de nación, el destino del presupuesto, el tipo de proyectos que deben desarrollarse, las prioridades que deben ser resueltas y por ende, contribuir de forma efectiva en la construcción de la agenda pública.
Una de las características más elementales de la democracia, es la heterogeneidad de las posturas y preferencias de sus ciudadanos, ello implica aceptar la idea de que no existe un monopolio de la verdad y la coexistencia en un estado constante de tensión-cooperación, sin el cuál sería imposible avanzar en la resolución de los problemas más apremiantes de la sociedad.
Es menester, por ende, exigir cuentas a los representantes del poder público, en aras de mejorar las condiciones de vida de la población más vulnerable, de utilizar los mecanismos políticos y sociales para redefinir las prioridades, para atender cuestiones cruciales que impactan diariamente la calidad de vida de las personas: mejores escuelas, acceso a los servicios de salud, facilidad para la creación y formación de empresas, oportunidades laborales para los jóvenes, infraestructura productiva y económica o la defensa de un medio ambiente protegido, porque de no avanzar en la resolución de las prioridades sociales, que en no pocas veces no es considerada por aquellos que elegimos libremente, será inevitable el surgimiento de alternativas que, desde el enojo o la ira colectiva, propondrán derrumbar hasta la última piedra de nuestra aún joven democracia.
Cynthia Valeriano.
Profesora de Economía del Tec de Monterrey, Campus Toluca.
