#Opinión de Dr. Arturo Argente Villarreal
Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno
Tec de Monterrey.
Han pasado 62 largos años desde aquel primero de enero, en que “los barbudos” triunfantes entraron en La Habana, para dar inicio a una dictadura que parece no tener fin. A partir de aquel momento, el tiempo se quedó estacionado en Cuba. Toda una isla quedó como la eterna rival de un dominante imperialismo, qué al día de hoy, sigue presionando a una isla que se encuentra al límite de su eterna oposición ideológica que parece que ha llegado a su fin.
Por primera vez en más de 60 años, el hartazgo llegó a colmar a miles de personas que se lanzaron a las calles en decenas de poblados y ciudades a lo largo y ancho de la isla al grito de “libertad” y “abajo la dictadura”. Las protestas se iniciaron en la ciudad de San Antonio de los Baños, en el suroeste de La Habana y de manera sumaria se extendieron por todo el país.
Ante este “atrevido” reclamo del pueblo cubano, el presidente Miguel Díaz-Canel convocó a sus seguidores a salir a las calles a “enfrentar” el lamento injustificado de los manifestantes.
Lo cierto, es que el hartazgo tiene un límite y el limite fue rebasado por los deseos de un pueblo que anhela la libertad, y el miedo ya fue superado. El deseo por un cambio ha germinado en la isla cubana ante el fastidio que ha generado la dictadura de 62 años.
En los últimos meses la isla ha enfrentado una las mayores crisis económicas y de salud que se han vivido en el mundo, y Cuba no ha sido la excepción. Desde la crisis, a inicios de los 90 por la caída de la Unión Soviética, Cuba sufrió un colapso económico cuyos efectos no tenían precedente. Los efectos de la caída económica de los noventas se reflejaron en la desaparición de los productos básicos que toda persona necesita para subsistir: jabón, cerillos, toallas femeninas; el retorno de la prostitución abierta apareció y tuvo un impacto directo en el turismo cubano; y sin embargo, el pueblo cubano seguía obediente ante los designios de una dictadura que dejaba a su pueblo a la deriva.
El detonante de la actual situación es igual de grave que la anterior, de hecho, ésta es una mezcla de la gravedad de la situación por el Covid-19 y las medidas económicas tomadas por el gobierno que han hecho cada vez más difícil la vida en Cuba.
La isla, que mantuvo la pandemia bajo control en los primeros meses de 2020, vio en las últimas semanas un rebrote que la ha llevado a colocarse entre los lugares con más casos registrados por cantidad de población en América Latina. Solo el sábado, se reportaron oficialmente 6.750 casos y 31 muertes, lo que ha llevado al colapso de numerosos centros de salud.
Con el turismo prácticamente paralizado, el coronavirus ha tenido un profundo impacto en la vida económica y social de la isla, a lo que se ha unido la emergencia de una creciente inflación, apagones y la escasez de comida, medicamentos y productos básicos.
Lo cierto es que la difícil situación que se vive en la isla no cuenta con un liderazgo como el de Fidel Castro y Díaz-Canel demuestra su incapacidad a diario apenas logrando articular un débil discurso que pueda brindar consuelo a un pueblo que se ve abrumado con el tema de la pandemia.
Parece que el “sueño” que nació de la revolución cubana está llegando a su fin. El pueblo cubano se ha atrevido a tomar las calles está intentando recuperar las riendas de su nación para darle una nueva oportunidad a la libertad, aunque este intento sea un simple anhelo.
