Tulancingo de Bravo, Hidalgo.- En promedio, un menor de edad en posesión de droga cristal es detenido diariamente por elementos de seguridad ciudadana, derivado de reportes diversos, y al realizar revisión de su integridad física y de sus pertenencias, es cuando se detecta el estupefaciente.
El dato fue revelado por Rafael Guerrero Gómez, titular de la Secretaría municipal de Seguridad Ciudadana, Tránsito y Movilidad, especificando que durante operativos, rondines de prevención del delito y atención a reportes, se realizan en total un promedio entre 6 y 10 detenciones diarias.
Los reportes son por diversas situaciones, como violencia intrafamiliar, riñas, escándalo en la vía pública, robos entre otros; al hacer el aseguramiento de los presuntos implicados, es cuando se detecta la posesión de sustancias adictivas, entre ellas, la droga cristal.
El mando expresó preocupación por el porcentaje de menores de edad que son detenidos en posesión de la sustancia adictiva, señalando que de por sí es preocupante que exista presunción de un menor de edad en la comisión de una falta o un delito, la situación se agrava al detectarse la posesión de cristal, sea para consumo o para ser comercializado.
La droga cristal comenzó a “popularizarse” desde hace aproximadamente unos cinco años por su bajo costo económico, siendo uno de los estupefacientes que mayor dependencia física genera, pero también un fuerte y acelerado deterioro al cuerpo de quien lo consume.
Con base a los datos ofrecidos, la cifra de detenciones entre menores de edad con posesión del estupefaciente se ha duplicado de un año a la fecha.
Por ello, Guerrero Gómez hizo llamado a los padres y tutores de personas menores de edad, que tengan vigilancia de los hábitos y actitudes de estos, y en caso de comprobar que son consumidores de alguna droga, acudir con especialistas que ofrecen apoyo profesional en el tema.
Pero sobre todo enfatizó la necesidad de prevenir dicho consumo precisamente con la vigilancia de sus hábitos, así como de las personas y amistades que frecuente.
Por Daniel Martínez Martínez