#Opinión Dr. Arturo Argente Villarreal #Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno #Tec de Monterrey, Campus Toluca
La mentira y la política han caminado juntas, como compañeras de viaje, desde hace mucho tiempo. El objetivo es saber mentir para conseguir que haya siempre un pequeño porcentaje de verdad que esconda la mentira. Lo que se dice en una conferencia se puede corregir en la primera edición de la mañana, y si la mentira o falsedad es contundente, ofensiva e insultante se abre la opción de publicar una fe de erratas y aquí no ha pasado nada.
En este momento de elecciones, ya se empezaron a desplegar las maquinarias políticas y las estrategias de campaña donde las promesas falsas o incluso las mentiras pueden hacer parte de los discursos de algunos candidatos. Así encontramos esta costumbre de mentir en la mayoría de las campañas políticas donde los candidatos niegan que han abusado sexualmente de niños, mujeres y hombres; que se cuenta con el apoyo incondicional de la gente; que son políticos sencillos, honorables, cercanos y de buenos principios; que buscan llegar al poder para servir a la gente; etc. La mentira política es el arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables para, según la óptica del mentiroso, alcanzar un buen fin.
El uso de la mentira y el engaño, como estrategia en la historia política de nuestro país, no es un fenómeno nuevo. La idea de que los políticos mientan ha sido históricamente parte de la cultura popular, es motivo de chistes, portadas de diarios, obras de teatro, comentarios de pasillo, etc.
Lo que llama la atención de este fenómeno es que la verdad no tiene cabida en el ejercicio de la política nacional y goza de una importancia secundaria. Nos hemos acostumbrado a no cuestionar ningún dato, al final, ¿qué es la transparencia y la rendición de cuentas?
El éxito de incluir las mentiras en el discurso político no sólo se logra esconder la verdad y engañar al ciudadano, también se fomenta y fortalece los prejuicios de un pueblo.
El trato que el electorado recibe por parte del político es como la de “un menor de edad que no tiene la capacidad de entender la realidad” y que no cuenta con la madurez necesaria para conocer la gravedad de los hechos.
El gobierno, del partido político que sea, necesita mantener un sistema que los ha privilegiado por décadas y que no van a soltar fácilmente. No importa cuán grande sea el tejido de falsedad que un mentiroso experimentado pueda ofrecer, nunca será lo suficientemente grande para cubrir la inmensidad de la realidad. Un político hábil y exitoso busca que el ciudadano pierda la percepción de su realidad, pone en riesgo la democracia y logran que a largo plazo la ciudadanía deje de confiar entre ellos mismos.
Tratemos de estar atentos durante estas campañas para tratar de identificar los datos que son ciertos y los que son falsos para no crear falsas expectativas en el momento de ejercer nuestro voto. Con el tiempo, es posible engañar a unos pocos. Es posible engañar a todos un tiempo. Pero no es posible engañar a todos todo el tiempo.
