#OpiniónYAnálisis de Cynthia Valeriano López
No hay nada más desolador, que escuchar a aquellos que encabezan las estructuras partidistas, con discursos matizados de optimismo, justificando sus deficiencias y culpando a los ciudadanos de sus resultados.
Ha sido el caso de la elección en el Estado de México, una de las aduanas previas y un muy buen ejercicio para probar maquinarias de operación territorial, el dominio de la geografía y la conquista de la voluntad ciudadana.
El resultado no presentó sorpresas, desde hace semanas se especulaba el desenlace, lamentablemente 5 de cada 10 votantes no acudió a la cita, casillas vacías o con poca afluencia, anticipaban una baja participación política del mercado electoral en disputa.
Desde las primeras horas, en distintos espacios, ciudadanos mucho más activos intentaban motivar a aquellos que claramente no deseaban participar, son apáticos, desidiosos, no están motivados o de plano no les importa lo que suceda en su entorno o desprecian la oportunidad de tomar el espacio para expresar su opinión, es lo que empecé a escuchar desde que empezaron a circular los primeros resultados del PREP en el que matemáticamente ya nos decían las proyecciones que la afluencia no era la esperada.
Escuchar a los dirigentes partidistas de ambos lados (pero principalmente a aquellos que no resultaron favorecedores del resultado), que los ciudadanos fueron los responsables de la conclusión, no solo me parece inútil sino lamentable, siguen sin entender lo que los ciudadanos han dicho con su silencio.
Votantes sin deseos de participar, que han perdido la confianza en las propuestas, porque han sido decepcionados muchas veces, que no ven diferenciadores claros porque los programas de gobierno sólo tienen algunos arreglitos cosméticos pero son esencialmente lo mismo, individuos mucho más críticos en sus opiniones y evaluaciones que no son tomados en cuenta en la toma de decisiones de gobierno y que solo son escuchados en los tiempos de campaña, personas que estiman y valoran el uso de su tiempo y le manifiestan con su desdén a aquellos que encabezan partidos que no los consideran opciones viables.
Un resultado electoral basado en mayorías simples y que entrega la tarea de gobierno a un ganador (o ganadora) con un 20% del padrón, tendrá un margen de maniobra que siempre será cuestionable, puesto que carecerá de la legitimidad de la mayoría, no se trata de callar y otorgar, es un momento de reflexión profunda para todas las partes, por qué visto desde una perspectiva meramente técnica, el resultado no es ni remotamente óptimo.
Hace casi 6 años, se planteó por primera vez, la discusión sobre la segunda vuelta electoral en aras de construir gobiernos con una legitimidad mayor a partir de momentos de reflexión social. Una segunda vuelta que en caso de no reunir los votos necesarios pudiera provocar que la elección fuera determinada como invalida y obligara a los partidos políticos, coaliciones y alianzas a mejorar el perfil de los y las candidatas, un poder enorme para una sociedad que no está lista, decían en aquel entonces, pero que de mantener los procedimientos como hasta ahora, seguirá arrojando resultados poco eficientes, que generan gobiernos sobre representados, que se desarrollan a partir del control y la coacción, porque son incapaces de generar consensos.
Quizá es el momento de volver a discutir el punto, de agudizar los oídos y escuchar lo que la sociedad (el soberano) dice sin decir nada, lo que reclama con su ausencia, lo que grita sin levantar la voz, no es un tema menor el ausentismo en las urnas, es un síntoma de enfermedad de nuestra débil democracia y si realmente queremos avanzar en la construcción de sociedades más fuertes y participativas, no solo debemos dejar de ver la realidad en función de los intereses partidistas o de grupo, debemos de mirarnos unos a otros sin más etiquetas que la de integrantes de un mismo tiempo y territorio, con intereses y deseos individuales, que podemos complementar con los intereses de todos.
