#Opinión por #CynthiaValerianoLópez
El 21 de septiembre en la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tec de Monterrey, Campus Toluca, recibimos una visita muy especial, la diputada federal Eufrosina Cruz, la primera diputada indígena zapoteca acudió a presentar su último libro llamado “los sueños de la niña de la montaña”.
El libro escrito en primera persona narra la historia de Eufrosina desde los 12 años cuando estaba a punto de ser comprometida en matrimonio por los usos y costumbres de su comunidad Santa María Quiegolani, Oaxaca y como a partir de una decisión valiente y rebelde, como ella misma lo describe, de no aceptar un destino ya escrito e incuestionado por la propia cotidianidad, emprende una autentica proeza basada en el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo
duro y la conciencia para romper el círculo de la pobreza y construir su propia historia de éxito.
Más allá de la narrativa con la que se plantea el libro, que de inmediato atrapa al lector y que le permite adentrarse en la historia personal de su autora sin maquillaje, con el dolor a flor de piel que puede trasladar a quien se sumerge en él a aquellas veredas, aquella montaña, aquella sierra oaxaqueña que vive en medio de una contradicción entre la inmensa riqueza cultural de sus pueblos y la pobreza más profunda de sus habitantes, se encuentran profundas reflexiones sobre la dignidad, la igualdad, la falta de oportunidades, los derechos humanos, la libertad, el desarrollo, la pobreza, el progreso, la política, las decisiones públicas, la justicia e incluso la
maternidad.
Uno de los aspectos que más me cimbraron en las primeras paginas fue una reflexión en la que Eufrosina señala que los indígenas no deben ser considerados como “población vulnerable” y explica sus razones a partir de la asociación de ideas y conceptos tiene en si misma la palabra “vulnerabilidad”.
De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR), la vulnerabilidad es definida como la “incapacidad de resistencia cuando se presenta un fenómeno amenazante, o la incapacidad para reponerse después de que ha ocurrido un desastre. La Real Academia de la Lengua Española define vulnerable como aquel que tiene un “mayor riesgo que el común, por lo que es susceptible de ser herido o lesionado física o moralmente”, pero para Eufrosina, la vulnerabilidad es en
realidad un sinónimo de incapacidad, del cual defiende aguerridamente a los pueblos indígenas, “no es la falta de capacidad sino la falta de oportunidades lo que mantiene sumidos en el subdesarrollo a los pueblos indígenas”, sentencia.
Mas allá del fenómeno discriminatorio que gira en torno a distintos grupos sociales, mujeres, niños, adultos mayores, indígenas, afroamericanos, pobres, etcétera, el libro habla sobre las infructuosas acciones públicas, políticas sociales o programas de gobierno que establecen como mecanismo único de solución la vía del subsidio directo, Eufrosina plantea con conocimiento de causa, la necesidad de regresar a las bases sociales, entendidas como la vuelta a la fuente original de la labor pública que es la sociedad, la forma en la que la idea de desarrollo de las grandes urbes no es compatible con la idea de progreso y desarrollo de las comunidades.
Establecer un vinculo que permita plantear soluciones concretas a las
necesidades reflejadas por la propia sociedad es indispensable para
contribuir en la solución de los dilemas públicos, pero sin ese vínculo es prácticamente estéril e infructuosa la labor.
Eufrosina se mantiene firme y en contra de la política de subsidios, “mata la iniciativa y alienta el conformismo” señala tajante; mejor, a partir de sus propias convicciones, que se fortalezca la instrucción, que se otorguen herramientas para fomentar el emprendedurismo, que puedan acceder a los mercados en igualdad de condiciones y de forma indispensable, acercar la educación como la base fundamental no solo de ascenso social sino de forma revolucionaria, como la única vía para romper el círculo de la pobreza.
A nivel internacional, hablar de pobreza, particularmente de las causas de la pobreza no es un tema que globalmente logre consenso, quizá por eso es tan difícil resolverla, pero claramente al acercar la educación y abrir las condiciones de instrucción a las nuevas generaciones, podemos resolver muchos de los efectos no deseados que se resumen en una dolorosa frase: ausencia de libertad.
Educarse es liberarse, es acceder a un mundo de posibilidades, es cuestionarse sobre el ahora, el antes y el después, es generar una visión crítica de la realidad, es exigir lo que desde la perspectiva de la justicia nos corresponde, es decir, la educación es brutalmente peligrosa, principalmente para aquellos que se benefician de un estado de adormecimiento en donde, a partir de dadivas y falta de oportunidades, cosechan los favores de una sociedad que en lugar de cuestionar, se conforma, en lugar de luchar, se rinde, en lugar de alzar la voz, acompaña la mano que le procura, por qué no
entiende la fuerza que tiene, lo mucho que depende el poder de su decisión y no cuenta con la conciencia ni de sus derechos ni de sus obligaciones ciudadanas.
En conclusión, quizá en estos tiempos pre-electorales, debamos de pensar diferente en las comunidades y pequeñas sociedades con altos niveles de marginación no como grupos vulnerables, sino como grupos con falta de oportunidades.
