#OpiniónYAnálisis de #ArturoArgente
Históricamente México ha sido identificado en los asuntos de política internacional por su llamada “Doctrina Estrada”; es decir, lo que se conoce como el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos. En 1930, el Canciller mexicano Genaro Estrada fija la posición del país en la que sostiene que México se abstendrá de otorgar reconocimiento alguno a gobiernos que asuman de facto el poder en sus respectivas naciones, por lo tanto, no calificaría ni en sentido positivo o negativo el derecho que tienen los pueblos para cambiar libremente a sus autoridades.
En la actualidad, en política nada es más rentable que el conflicto con un enemigo externo, la supuesta defensa patriótica tiene un efecto positivo en el estado de ánimo de un pueblo y sirve a los líderes para unir fuerzas y consolidar su poder. Recientemente el senador de Estados Unidos John Kennedy nos dio un pretexto perfecto para la indignación, en el senado norteamericano se abordó el tema del narcotráfico y dijo que, sin los estadounidenses, México, figurativamente hablando, comería comida para gatos y viviría bajo una lona en el patio trasero. Esta frase, por supuesto, ofendió a toda la nación y demostró que el senador, además de ser un ignorante, o no entiende nada de economía o de forma oportunista aprovechó el foro para beneficiarse de eso que tantos votos le da a los republicanos, ofender a México.
Por supuesto que esto no representa ni al pueblo estadounidense ni a la realidad de nuestra relación bilateral, y de inmediato el canciller Marcelo Ebrard y hasta el presidente aprovecharon la declaración para envolverse en la bandera y hacer un teatro de martirio nacional. Pero, así como nos ofenden, nosotros también nos involucramos en temas ajenos, y parece que hemos olvidado que nuestro gobierno corrió al auxilio del ex presidente de Bolivia Evo Morales después de que perdió las elecciones por un pequeño margen y se negó a aceptar los resultados. También nuestro país ha mantenido una amarga disputa con Perú cuando el entonces presidente Pedro Castillo trató de dar un autogolpe de estado y terminó siendo expulsado de su cargo y detenido justo cuando trataba de huir hacia acá. Desde entonces, esa nación y México casi han roto relaciones y nuestro presidente no ha tenido límites para condenar a la nueva presidenta a quien a calificado de usurpadora. Ahora se ha abierto un nuevo frente, y es con Guatemala, el presidente López Obrador está empujando que se le dé un indulto y la libertad de venir a México al exguerrillero César Montes que fue condenado en ese país a 175 años por supuestos actos de terrorismo. López Obrador considera que ya es un hombre mayor y que debería ser liberado, pero en el proceso ha encendido la ira en aquel país por su entrometimiento en sus sistemas políticos y judiciales. La candidata a la presidencia de Guatemala, Zury Ríos, ha manifestado que en su gobierno no habrá abrazos para los delincuentes, ni permitirá la intervención de defensores de asesinos y agregó que en Guatemala deciden los guatemaltecos y nadie más. A esta fila de conflictos hay que sumar el conflicto con España, la ONU, el congreso de los Estados Unidos y la OEA.
La diplomacia exige congruencia y respeto, claro que deben defender a nuestro país, pero si al mismo tiempo vivimos insultando a otros, no vamos a ganar nada, y si perdemos prestigio internacional, nos aísla, y nos hace socios poco confiables.
Como hemos señalado, los principios de la Doctrina Estrada continúan vigente y la presente administración debe apegarse al principio de no involucramiento en los asuntos internos de otros países. Todo pueblo tiene el derecho a adoptar la forma de gobierno que más le convenga sin intromisiones de ninguna otra nación. Los efectos nocivos de nuestro proceder socavan la esencia de nuestra historia diplomática.
Dr. Arturo Argente Villarreal
Escuela de Derecho
Tec de Monterrey, Campus Toluca.
