Por: Jessica González
Alejandro Jacobo lleva el barro de Capula a nuevos espacios urbanos con arte monumental.
En Capula, tenencia de Morelia reconocida por su tradición alfarera, nace el talento de Alejandro Jacobo Pineda, artesano especializado en la elaboración de catrinas de barro. Desde los 12 años, cuando su primo Max le enseñó el oficio, Alejandro ha dedicado su vida a esta forma de arte que hoy trasciende el taller para instalarse en espacios públicos. Actualmente, interviene con una obra monumental el paso conocido como “Catrinas”, frente al Fraccionamiento Villas del Pedregal, donde plasma el Día de Muertos en Michoacán y la mariposa lunar, símbolos profundamente ligados a la identidad local.
El trabajo de Alejandro no es nuevo en el paisaje urbano. Sus catrinas de tres metros de alto —hechas completamente de barro— ya decoran el bajopuente de Mil Cumbres y el de salida a Salamanca. Estas piezas no solo representan un reto técnico por su tamaño y fragilidad, sino también un valor cultural agregado, al mantenerse fieles a los materiales tradicionales. Para reforzarlas, el artesano emplea estructuras internas de varilla y cemento que permiten sostener el peso sin perder la esencia del barro.
“Cuando me dijeron que si me aventaba unas de tres metros, francamente sí me dio temor, porque son piezas muy grandes y el barro es muy difícil de trabajar en esas dimensiones. Pero me puse a pensar, a observar en mi taller cómo podría hacerlas, cómo reforzarlas, porque el mismo peso puede hacer que se rompan. Y fue así como diseñé una estructura interna de varilla con cemento para soportar el peso, pero manteniendo la esencia del barro.”
La actual intervención en Villas del Pedregal surgió gracias a una convocatoria lanzada por la constructora a cargo del proyecto, tras la recomendación de la empresa Urbic, con la que Alejandro colaboró anteriormente. Su propuesta, inspirada en la técnica de pedacera de azulejo que aprendió del maestro Juan Torres Calderón, fue elegida entre otras que incluían hierro forjado y murales pintados. Alejandro decidió aplicar su conocimiento creando figuras en relieve recubiertas de azulejo, llevando así la artesanía capulense a un nuevo formato: el mural escultórico urbano.
Aunque se describe como “un humilde artesano”, Alejandro reconoce con orgullo el impacto de su obra. Su incursión en grandes formatos inició tras un encargo desde California que atrajo la atención del gobernador, quien le retó a crear catrinas aún más grandes. Hoy, sus piezas no solo están en el extranjero, sino que embellecen la capital michoacana, destacando por su autenticidad y complejidad técnica. Desde su taller en Capula, ubicado en su propio domicilio, sigue compartiendo su pasión por el barro, en una comunidad que alberga alrededor de 700 talleres y donde casi toda su familia también vive del arte.