Jorge Mario Bergoglio, el argentino que cambió el rostro del catolicismo, falleció este lunes 21 de abril a los 88 años, luego de haber liderado la Iglesia católica durante más de una década. Elegido Papa el 13 de marzo de 2013, en un momento en que el Vaticano enfrentaba crisis internas y escándalos de abusos y corrupción, Francisco fue un pontífice inesperado por su edad —76 años al momento de su elección— pero clave por lo que representó.
El Vaticano anunció su muerte con un mensaje sencillo: “Dedicó toda su vida al servicio del Señor y de su Iglesia”. Durante 12 años, Francisco impulsó reformas, llevó el mensaje católico a más de 60 países y se convirtió en una figura relevante tanto en lo espiritual como en lo político.
Un Papa del sur global
Francisco fue el primer Papa latinoamericano, el primero del continente americano y del hemisferio sur. Su elección reflejó los cambios demográficos del catolicismo: en 2022, casi la mitad de los católicos del mundo vivían en América, con Sudamérica como región clave. Su origen influyó en su estilo cercano, sencillo y cargado de humor, características que renovaron la forma de comunicar del Vaticano.
Entre sus actos más significativos estuvo su papel como mediador en la reconciliación entre Estados Unidos y Cuba, que lo llevó a visitar la isla y reunirse con Fidel Castro. A pesar de sus numerosos viajes por América Latina, nunca visitó Argentina, su país natal. Quienes lo conocían afirmaban que quiso evitar involucrarse en la fuerte polarización política del país.
Primer Papa jesuita, primer Papa Francisco
Bergoglio también fue el primer miembro de la Compañía de Jesús en liderar la Iglesia. Desde el inicio, dejó clara su preferencia por la austeridad: rechazó la limusina papal, vivió en una residencia sencilla y eligió el nombre Francisco en honor a San Francisco de Asís, símbolo de humildad y servicio a los pobres.
Impulsó medidas para transparentar las finanzas vaticanas, como la creación de la Secretaría de Economía en 2014, tras años de escándalos en el Banco del Vaticano. No obstante, su pontificado también enfrentó controversias relacionadas con abusos sexuales, incluso dentro de la orden jesuita, como ocurrió en Chile.
Diálogo interreligioso y apertura
Francisco promovió un acercamiento sin precedentes con otras religiones. Firmó documentos con líderes musulmanes, se reunió con autoridades judías y líderes chiitas, y criticó la islamofobia al destacar que la violencia no es exclusiva de una religión.
Su mensaje fue claro: el diálogo es clave. Condenó el antisemitismo, abogó por la fraternidad entre religiones y buscó sanar las divisiones entre los diferentes cultos cristianos. También visitó países de mayoría budista y propuso una Iglesia más abierta a las voces disidentes.
Inclusión y tensiones internas
Su frase más recordada sobre la comunidad LGBT —“¿Quién soy yo para juzgarla?”— marcó un punto de inflexión. Aunque se opuso al matrimonio igualitario, apoyó las uniones civiles entre personas del mismo sexo y permitió su bendición. También fue el primero en permitir que los católicos divorciados comulgaran.
Respaldó el uso del preservativo para prevenir enfermedades y se mostró a favor del debate sobre temas como la anticoncepción, aunque mantuvo posturas firmes contra el aborto y el fin del celibato sacerdotal.
El Papa evitó un cisma dentro de la Iglesia buscando equilibrio entre sectores conservadores y reformistas. Fue llamado “el primer Papa ecologista” por su encíclica Laudato Si’ y su defensa del medio ambiente, y adoptó una postura crítica ante las injusticias sociales, migratorias y económicas.
El desafío de los abusos sexuales
Francisco enfrentó duras críticas por su manejo de los casos de abusos dentro de la Iglesia. Si bien promovió investigaciones internas y sancionó a varios clérigos, sobrevivientes y organizaciones señalaron que fue insuficiente. A pesar de sus esfuerzos por combatir “la cultura de la impunidad”, no logró erradicar completamente el problema.