La máscara que muchos lloran: Wagner Jr
Por: Juan Carlos Cartagena Aburre
¿Cuánto cobrarías por vender tu identidad? Esa pregunta me pasaba por la mente mientras esperaba la llamada “lucha de la década” entre Dr Wagner Jr y Psycho Clown.
¿Cuánto cobrarías por renunciar a tu antigüedad, o porque un día dejaras de tener el rostro con el que la gente te conoce?, ¿Cuánto cobrarías por vender tu identidad? Esa pregunta me pasaba por la mente mientras esperaba la llamada “lucha de la década” entre Dr Wagner Jr y Psycho Clown.
La madrugada del domingo, mientras la pelea de McGregor y MayWhether empezaba a definirse, en la Arena Ciudad de México miles de adultos veían enterrada una ilusión de cuando niños. La dinastía Alvarado, perdedora por excelencia en la lucha libre mexicana, cobraba con creces todas sus derrotas : Psycho Clown vencía a Dr Wagner Jr, el hijo del Galeno del mal y uno de los últimos iconos de la lucha libre de llaves y contra llaves, no la del simple espectáculo.
Al caer su máscara, su rostro de mirada cansada no era la gran noticia, saber su nombre tampoco, su rostro ya lo conocíamos a mitades, cada ocasión que en sus sangrientos batallas terminó con la “tapa” rota. Esa madruga del 27 de agosto se fue la infancia y/o juventud de muchos amantes de la lucha libre que crecieron o se hicieron amantes del pancracio gracias a la maldad encarnada en una voz grave, más bien aguardientosa, viril, que denotaba carácter y redoblaba en el miedo que provocaba a sus rivales.
“De hombre a hombre no me ganas” sentenció Wagner Jr al “totalmente payaso”, como queriendo arrepentirse de algo, tal vez de una firma, tal vez de un descuido, tal vez de fallar. La frase fue como una elipsis que nos llevaba al día en que su padre dirigió las mismas palabras al Solitario, antes de entregarle su codiciado tesoro: la máscara.
Wagner Jr dijo llamarse Juan Manuel González, que por 32 años trabajó, alimentó, cuidó y llevó a planos internacionales su prestigiosa capucha, guardando celosamente su identidad que hoy está en manos de Psycho. Su leyenda seguirá con su hijo, y seguramente también con Wagner maldad, que ahora sin máscara tiene una misión más dura: hacer que la pérdida de su identidad no sea la muerte de su personaje, y hacer que en su casa y con su gente…se le siga respetando.
En la imagen, un niño llorando a gritos me transportó nuevamente en el tiempo, hasta el 21 de septiembre de 1990, cuando ingenuo como un niño de diez años, Juanito Cartagena venía como Rayo de Jalisco le quitaba la máscara a mi primer gran ídolo luchistico: Cien caras. Solo la muerte del Hijo del Perro y de Héctor Garza, superaban el sentir, pero son despedidas eternas, está sólo la del personaje. ¿Cómo puede eso suceder?
Pasaron 27 años para que volviera a sentir esa tristeza, se desprenden recuerdos, emociones de tantos gritos en la arena, sus poses, sus retos, su soberbia, tantas sonrisas, o los “No mameeees” tras alguna llave o demostración de fuerza de Wagner Jr. En la pared del cuatro de mi hermano estará su máscara firmada (la de colección que venía en el video juego), y en mi cuarto, mi máscara, mis playeras, nuestras playeras se van guardar en un lugar muy especial.
Figura polémica, arriba del ring un profesional en toda la palabra, debajo un tipo de duro carácter, que llegó a los golpes con aficionados. Desde el anuncio de su contienda, muchos temíamos el final, enfrente tenía al icono más prometedor de la trae veces estelar AAA, hambrienta de un colosal desafío entre dos luchadores de pedigree. Estoy de acuerdo, de hombre a hombre no te ganaba, la mercadotecnia arrebata la infancia y amenaza hacerlo con el recuerdo y con el personaje mismo.
La lucha libre no se quedó sin Dr Wagner Jr, simplemente la tristeza se apoderó nuevamente del ring; en la mente de los más de 50 mil internautas que veíamos la función y del abarrotado inmueble, estará el momento en que el propio “Galeno” se despoja de su máscara y revela su identidad, el momento que muchos temen sea el final de los Wagnermaniacos, deseosos de muy pronto volver a escuchar el “Bien bien bien bien, en mi casa y con mi gente se me respeta”
Gracias por leerme y luchar conmigo
