En la opinión de Cynthia Valeriano
Uno de los componentes más importantes por todos los efectos que tiene en el resto de las variables macroeconómicas de un país es la inversión y si además está es directa y cuantiosa, se convierte en el combustible necesario para que la maquinaria económica ande.
Cuando el país le apuesta a la inversión, tiene la mirada puesta en la generación de empleos, en el incremento de los ingresos de las familias, en la creación de cadenas de valor secundarias, en el desarrollo regional periférico, en el fortalecimiento del mercado nacional o el empuje del comercio exterior, por mencionar algunos aspectos favorables.
La inversión, por ende, no debería (como prácticamente cualquier asunto de índole económico) depender de visiones políticas, de egos partidistas, de visiones electorales o de intercambio de favores, de forma muy simple debe partir del principio de su impacto al crecimiento económico del país, de ahí la enorme sorpresa y desencanto cuanto se condiciona la inversión a las decisiones unilaterales del poder centralizado.
El caso de Tesla es uno más de los desafortunados sucesos a partir de los cuales, el Presidente intenta influir desde su posición para que sea la visión de la empresa la que se ajuste a una visión política y no del uso de la política para atraer a la empresa, un proyecto de construcción que requeriría una superficie de entre 250 a 400 hectáreas para poder instalarse, con la posibilidad de mantener en cercanía a la cadena de proveedores y que busca aprovecharse de la política de relocalización tan impulsada por el gobierno de Joe Biden.
Un proyecto cuyo monto ascendería a conservadoramente a unos 4 mil millones de dólares (4 billones de dólares) si tomamos como referencia el valor de inversión de las armadoras instaladas en Alemania y en Estados Unidos cuyo valor oscila entre los 5 mil y los 10 mil millones de dólares, es decir, estamos hablando de la inversión más importante y cuantiosa que podría hacerse en nuestro país en un solo proyecto, con un potencial generador de 10 mil empleos directos y cerca de 40 mil empleos indirectos vinculados a la cadena de valor y de servicios.
Una mega inversión, que tanta falta le hace a la decaída y aletargada economía mexicana, que aún no alcanza el nivel de producción de bienes y servicios que tenía al inicio de este gobierno, desafortunadamente el proyecto se encuentra en una disyuntiva, principalmente por la intervención presidencial que busca ejercer la misma presión que provocó que la instalación de Constellation Brands no se llevará a cabo en Mexicali sino en Veracruz, con un avance de más del 40% del proyecto de obra que ha quedado totalmente abandonado.
Tesla podría no ser tan paciente con los deseos presidenciales que están utilizando toda clase de recursos (normativos, económicos o políticos) para disuadir a Elon Musk de que es una mejor idea instalarse en el parque industrial T-MEXPARK cercano al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, bajo el argumento de “ordenar el crecimiento” y no seguir autorizando la instalación de nuevos proyectos en zonas donde no hay agua o energía eléctrica suficiente, lo anterior, a pesar de que el gobierno estatal ha planteado que Tesla sólo utilizaría el 1% del total de agua tratada de la que dispone la entidad.
Lo que quizá no sabe el presidente y algún funcionario de la Secretaria de Economía o de Hacienda debería explicarle es que las empresas toman decisiones de inversión basadas en un análisis a profundidad de las amenazas, riesgos, oportunidades o debilidades de cada sitio, y que la decisión se basa en un margen de retorno y ganancia, gracias al abaratamiento de sus procesos productivos, llevarse la inversión al AIFA encarecería la producción, principalmente por los costos de distribución del punto de origen a su mercado, lo que vuelve tremendamente atractivo a Nuevo León dada la cercanía con la frontera norteamericana, la infraestructura carretera y ferroviaria y la dinámica de cruce y traslado Inter fronterizo.
También debe considerarse el capital humano, no solo en cantidad sino en calidad, lo que requiere no sólo cierto nivel educativo en la población, sino principalmente una formación técnica muy sólida y cercana a las necesidades que requiere el mercado, lo que dificulta enormemente la instalación de Tesla en el sureste como lo desearía el Presidente, encareciéndole también los costos de producción por el traslado y asentamiento de personal calificado o la formación de técnicos especializados, en entidades en donde el nivel educativo es considerablemente más bajo que en el resto del país.
Sin duda, esta semana será de definiciones, podremos saber si Tesla encuentra en la interlocución de Ebrard un espacio de conciliación y logra mantener su decisión de invertir en México, o será una oportunidad perdida que se suma a la lista y retrata de cuerpo entero la regla de operación de este gobierno: sin importar las consecuencias, la economía deberá estar supeditada a la política.
MGPP Cynthia Valeriano López
Profesora de Economía
Tec de Monterrey, Campus Toluca
