Los búlgaros son gránulos o nódulos que pueden medir entre 0.3 y 2.0 centímetros de diámetro, están formados por bacterias y levaduras que se alimentan de lactosa, es decir del azúcar que se encuentra de forma natural en la leche, lo que produce una doble fermentación que se convierte en una bebida ácida y burbujeante.
Estos pequeños gránulos se caracterizan por tener una consistencia gelatinosa y aspecto parecido al de una coliflor, ya que son blancos y abultados, pero son más gelatinosos y blandos. Existen dos tipos de búlgaros, de agua y leche, ambos tienen la misma microflora pero se adaptan a medios distintos y las enzimas son diferentes, aunque los más usados son los de leche.
Consumir yogurt de búlgaros, fortalece el sistema inmunológico, aporta gran cantidad de calcio y otros minerales esenciales como magnesio y fósforo; mejoran la digestión y ayudan aliviar síntomas del colon e intestino irritable, aporta bacterias buenas para el tracto gastrointestinal, previenen infecciones estomacales, se digieren con facilidad por lo que es una buena opción para intolerantes a la lactosa, tienen propiedades antiinflamatorias, son un desintoxicante natural y permiten eliminar lo que no necesita el organismo, ayudan a tratar la gastritis y la colitis.
La manera de cultivar búlgaros es sencilla, es necesario conservarlos con leche entera y fresca en un frasco de vidrio o plástico, nunca de metal, cubrirlos con una tapa suelta o servilleta de tela, para que liberen el gas que producen; colocarlos en lugar fresco, deben estar a temperatura ambiente sin luz directa, utilizar un colador de plástico para separar la leche cada 24 horas se puede tomar sola, con miel, azúcar, pero también en licuados. Posterior a esto se deben lavar suavemente los búlgaros, volverlos a cubrir con leche fresca y taparlos con una servilleta, debemos evitar dejar la misma leche por más de 36 horas.
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Heidy Wagner Laclette