#Opinión de Juan Carlos Núñez Armas
- Una de las noticias que más circuló en los medios de comunicación esta semana fue la elección en los Estados Unidos de América.
La espera para conocer el resultado (casi) final fue larga y el conteo parecía, en algunos estados hacerse demasiado lento. Esta circunstancia hizo complicado comprender por qué el país más poderoso del mundo, que puede tener ejércitos dispuestos a invadir países enteros, capaz de mandar un hombre a la luna y espiar todas las redes sociales en el mundo, no pueda contar los votos de manera más rápida, lo cierto es que el sistema norteamericano tiene su forma de proceder y tiene muchos años funcionando.
Por un lado, el retador, el exvicepresidente Biden, al grito de “podemos restaurar el alma de nuestra nación”, buscando el voto anti-Trump. Para algunos poco carismático, pero hábil en mostrar sensatez y cordura ante los embates presidenciales, apelando más a las razones emocionales positivas, logró finalmente proyectarse como el futuro presidente de la unión americana. Por el otro lado, como “defensor del título”, el Presidente Trump, en su intento de reelección, quien al conocer los resultados presentó impugnaciones y desconoció al vencedor.
Tal vez mis amables lectoras/es se pregunten si en el título del presente texto cometí algún error y la respuesta es que no. Con el título de esta colaboración quiero enmarcar que el próximo año, en la elección más grande y compleja de la historia reciente de nuestro país, nuestro Estado de México renovará de manera paralela el congreso del Estado y los Ayuntamientos (al margen del proceso federal que también elegiremos diputados federales). La contienda iniciará su etapa más pública el próximo mes con las precampañas de diputados federales y, por consecuencia, las locales.
En nuestro Estado estamos empezando a familiarizarnos con la reelección de alcaldes y de las reducidas fórmulas de síndicos y regidores. Es precisamente sobre este tema que pretendo reflexionar. En el artículo 116 de nuestra Constitución local se establece que los miembros de un Ayuntamiento podrán ser electos de manera consecutiva por un periodo adicional. Ahora quisiera plantear a mis amables lectoras/es los que considero algunos de los riesgos y beneficios de la reelección inmediata.
El tema central para mí es la equidad en la contienda. Es decir, cómo se garantiza que quienes hoy tienen un cargo de elección no utilicen su posición para beneficiarse en la elección venidera. Es cierto que la reelección da derecho al elector de decidir sobre la continuidad de sus autoridades locales como premio a su labor, o castigarlas por el mal desempeño en el servicio público. En un extremo, la reelección puede generar en los “retadores” posiciones de confrontación pura y dura, no de propuesta. Y en el otro extremo, puede ocasionar, en algunos ciudadanos, frustración ante la imposibilidad de reelegir a un gobernante que ha logrado administrar eficientemente un municipio.
En tiempos de la pandemia, y de no autorizarse el voto electrónico o alguna otra medida para ejercer ese derecho vía remota (como en el caso norteamericano que se hizo por correo), el abstencionismo podría manifestarse de manera acentuada. Si, además, los ciudadanos más que buscar soluciones para el futuro, buscan castigar, se estará configurando un fenómeno donde el que busca la reelección da explicaciones y el adversario sólo señala deficiencias. De hecho, una de las grandes enseñanzas de la elección norteamericana será responder a la pregunta: ¿qué candidato representa mejor el enojo de los ciudadanos? Y, en consecuencia, durante los procesos electorales básicamente consumiremos críticas presentadas en un ambiente de confrontación.
Los opositores a la reelección podrían incluso llegar a entorpecer acciones de ejercicio del gobierno en curso, como entrega de becas o de apoyos a mujeres (tarjeta rosa). Por eso es necesario transparentar y reglamentar cómo se seguirán transfiriendo recursos a grupos sociales, tarea que se convierte en un gran reto electoral. Mientras, quienes busquen la reelección se esforzarán por mostrar evidencias de resultados positivos y se sentirán con más fuerza para defender los intereses locales. El gobernante en turno se verá obligado, casi forzado, a dialogar con grupos distintos a sus electores tradicionales.
La reelección podría ampliar la gobernabilidad democrática, extendiendo la capacidad del gobierno municipal para cumplir plenamente sus funciones en diálogo con los actores políticos y sociales de su territorio, quienes podrían ser partícipes de la toma de decisiones, incluso impulsando liderazgos positivos para el futuro del municipio. Un proceso como este tendría como consecuencia la reinvención del gobierno, esto es: incremento de la confianza pública, el consenso político y un liderazgo fuerte y sostenido que evite los potenciales conflictos dentro de la comunidad. Además, podría conseguirse que los ediles propicien una cultura de rendición de cuentas y una relación más estrecha con sus gobernados a fin de estar en aptitud de volver a solicitarles el sufragio.
En suma, estamos frente a la disyuntiva de saber elegir mejor a los gobernantes. Premiar con nuestro voto a quienes consideramos que han sido eficientes y castigar a los que no han demostrado tener la capacidad y la inteligencia para ser buenos gobernantes. Todo lo anterior debe traducirse en desarrollar y consolidar la democracia. Mayor democracia debe traer mayor desarrollo, para que esos obstáculos estructurales que nos han impedido crecer se superen con mejores decisiones ciudadanas y, por ende, mejores gobernantes.
Como recientemente lo señala Max Kaiser, la sociedad está cansada de tantas mentiras, de la polarización y de la ineficiencia gubernamental. El electorado debe buscar la verdad y la congruencia del líder que represente la inclusión y la eficiencia. Tenemos que hacer que nuestra democracia vuelva a ser el espacio en el que nos juntemos los diferentes por una causa común.
Los ciudadanos tienen la palabra para:
- Premiar y/o castigar a los gobernantes que hablan con la verdad o mienten, de identificar en nuestra corta memoria las promesas cumplidas o incumplidas, con rendición de cuentas creíble y a nuestro alcance.
- Es hora de valorar y buscar el consenso, evitar la polarización. Necesitamos políticos que unifiquen a la sociedad en un proyecto de bienestar común.
- Es hora de perfeccionar la democracia para que sea instrumento principal en la construcción conjunta de un proyecto común de dónde queremos vivir y cómo queremos comportarnos, poniéndonos de acuerdo y aceptando la diversidad como algo que nos enriquece no que nos divide.
Confieso que me encanta esta frase de Biden: “seré un presidente para todos… ya sea que voten por mí o no. Mantendré la fe que han depositado en mí…” y finalmente dice “Podremos ser oponentes, pero no enemigos”. Espero que los próximos procesos electorales reflejen el espíritu de construir una mejor sociedad para un mejor gobierno.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
Twitter @juancarlosMX17 y Facebook Juan Carlos Núñez Armas
