#OpiniónYAnálsis por #JuanCarlosGonzález
Juan Carlos González
Si la política es un espacio de símbolos y rituales, en el que interactúan actores, procedimientos, reglas e instituciones, no cabe duda de que en el primer informe de la primera gobernadora de la entidad se respiran los aires de los cambios más simbólicos. No hay presídium ni la parafernalia de “ellos” (las élites) en la cúspide del poder. Hay invitados especiales, claro está, pero con ellos se confunden los ciudadanos sin cargo, pero con representación social. No se trata de escenografía; se nota la disposición para darle espacio a quienes nunca les han dado voz. Hace 38 años que vine a mi primera experiencia de estos eventos y asistí en calidad de “paje”, pues me tocó recibir a un invitado y conducirlo a su lugar, pero yo no tenía asiento y mi función era “procurar” al invitado. La última vez que estuve en un evento similar fue en la toma de protesta de Eruviel Ávila en la Cámara de Diputados de la entidad, a donde acudí como parte de esa elite del poder local, en mi carácter de consejero Electoral. Muchas aguas han pasado por los puentes de mi memoria, pero hoy puedo darme cuenta de cambios sutiles, pero profundamente simbólicos. Antes que los alcaldes y la clase política hoy sientan a los representantes sociales que le dan rostro a la 4T. La disposición del personal de apoyo es amable, pero acaso comenzó a dejarse atrás el servilismo del pasado. Observo desde donde estoy, un amplio abanico de invitados es muy variado y heterogéneo; rostros de satisfacción y profundo orgullo, porque es latente la presencia del Valle de México, otrora desplazado por los “tolucos de toda la vida”.
El ritual pasado giraba en torno al titular del ejecutivo, quien se sentaba en la parte más alta del fastuoso escenario, y ahora se optó por repetir el formato de la toma de posesión. Será la gobernadora el centro de atención y no tendrá barreras que la alejen del auditorio. Se nota un orgullo militante y es notorio el sentido de pertenencia, y por qué no, algo de presunción del espacio que hoy ocupan en la vida pública. Lejos quedaron los rostros estirados de los burócratas y priistas que traían de relleno para lanzar porras a la menor provocación.
Recepción improvisada; “gobernadora, gobernadora” y luego “es un honor estar con la mejor”, que se oye mejor, pero se nota tenue e improvisada. A diferencia del boato priista, se percibe un auditorio “inexperto” en los rituales del poder local. Esta pauta de comportamiento significa quizá algo mejor que el pasado “aplaudidor”. En el resto del protocolo, los mexiquenses somos expertos y este acto no puede ser la excepción: orden, sobriedad y profesionalismo. “El poder de servir” se escucha en manos de los soberbios músicos que le dan el sonido de solemnidad, que al menos yo escucho por primera vez. Vuelve a florecer el poder de la esperanza… es una pieza gozosa y alentadora… porque el cambio ha llegado.
Al subir a su atril, ahora sí se siente el grito de apoyo a la primera gobernadora de la entidad. Inicio firme, sin errores en los nombres de los invitados ni en lo leído; la gobernadora se siente firme y segura. Las primeras líneas son de agradecimiento, fiel a su estilo, le habla al pueblo que votó por ella. Un gobierno empático, humanista; “nos hemos dedicado a construir los cimientos de la transformación…” dijo al arranque de su mensaje.
“Venimos a servir al pueblo, no a servirnos del pueblo. Somos un gobierno austero y republicano”, reafirmo la gobernadora. Anunció un paquete de iniciativas para ajustarnos a los cambios que derivan de las más recientes reformas constitucionales. La lectura de lo diferentes tópicos ha sido limpia y sin errores, pero ha consumido casi una hora y el auditorio ya se nota inquieto.
Lo que sigue, es entre una presentación larga, llena de cifras e imágenes, lo mismo que un texto abigarrado de ideas que se van perdiendo conforme aumenta el tedio que ya se contagio en un auditorio que se dedica más a su teléfono que a escuchar a la primera mujer gobernadora. Han pasado ya dos horas y se espera el mensaje político que llega y se va pronto. Le hizo falta empaque y profundidad al mensaje político, pero entiendo que es el primer año y deseo que mejore en su aprendizaje en el poder.
Afuera hay una pertinaz llovizna que hace imposible mantener a pie sin mojarse, pero alcanzo a atisbar dos características que refuerzan la idea de cambio. Hay como siempre, camionetas y guardias de seguridad, pero no vi el despliegue de los informes de Montiel y Peña, que fueron fastuosos y el despliegue de poder era grotesco. Con Eruviel Ávila se aposto mucho mas a las redes, pero ya se fue dejando atrás la salutación de los 90s en la que se hacían largas filas para ir a saludar al gobernador al Salón del Pueblo. Con Alfredo del Mazo (III) fue latente el aislamiento de lo popular y se montaron sendos espectáculos alrededor del Informe, con despliegue técnico de grúas y cámaras que producían una puesta en escena mas que un acto republicano. El informe de la gobernadora Delfina Gómez, tuvo la solemnidad y protocolos de siempre, pero los gestos del poder son diametralmente opuestos y eso se agradece. Es el inició, faltan cinco años más, pero sería deseable que al sentido humanista del poder que ejerce la gobernadora, se le doten de mayores y mejores herramientas de comunicación para ser mas puntuales en sus mensajes y; sobre todo, la narrativa sea más consecuente con el perfil de su gobierno.